Lado amargo, lado dulce
Yo no sé si habrá sido la ubicación del escritorio frente a la ventana, o la luz a esa hora del día que entraba diáfana y poética entre los visillos, o si sería mi propio estado emocional/mental… pero esa sola imagen, en cualquier otro momento tan cotidiana y esperable, me ha hecho crear en la mente mil historias, una imagen de la pena desahogada en un papel, acompañada por una dulce taza de té para amortiguar la amargura del alma, y gruesas lágrimas recogidas finalmente por suaves pañuelitos de papel, mientras un par de ojos pasaba del papel al lejano sol, a la calidez en el horizonte, al brillo en los reflejos que muestra el mar.
Y todo esto me ha ocurrido en una fracción de segundo, como haciéndome ver que el tiempo no se detiene, que la vida sigue su curso y también lo hago yo, aunque no lo quiera, aunque no lo note, o no lo crea.
Timbre…
Una hora, dos lamentos y cinco suspiros después de escribir lo anterior me encontré con un sujeto que se cree demonio, pero que conmigo siempre se ha portado como un ángel. Caminamos unos metros juntos y noté que estaba acompañado por un ángel de tiempo completo.
Tal vez sea cierto que la Madre no deja solos a sus hijos en los momentos de dolor y necesidad.
Digo yo que más vale ángel conocido que diablo por conocer. Así que como en tiempo antiguos, cuando pensaba que sí podía generar cambios en mi vida (ahora no sé qué es lo que pienso), confié en otro para que me contuviera en un momento de tristeza y confusión. Yo, la amante de las palabras, hablé de mi emoción sin vocablo alguno. Bendito mi amigo que supo entenderlo, y de inmediato me abrazó. Creo que el registro de los cálidos abrazos de ese viejo amigo seguía conmigo, me sentí tan en casa.
Ayer mismo escapó de mi boca, y claramente sin mi permiso, la insolente frase que recordaba que hacía tiempo ya nadie me hacía cariño. “Pide y se os dará” dice la Biblia, o no? Creo que esa es la petición menos explícita que he hecho en la vida. Pero que bendición! Fue respondida con un montón de protectores besos en la frente, contenedores abrazos y tiernas caricias de un viejo amigo reencontrado en el momento justo.
Después de todo no me siento tan abandonada. Bendita sincronía!