Poro estos días sigo el sabio y hermoso consejo de una gran amiga: ando por ahí contando mis bendiciones. Aquí voy con una de ellas.
Las personas nos cambian. Ya sea personas con las que tengamos encuentros “accidentales” o personas que se queden en nuestra vida por un buen tiempo. Puede que nos cambien con alegrías, con dolores, con lecciones.
Algunas de ellas están en nuestra vida y nos embellecen. Y no me refiero a cirugías plásticas o a maquillaje, sino a ese embellecimiento más importante que no se termina fácilmente, ese que viene de la actitud, del levantarse un día, mirarse al espejo y entregarse puntos a favor, no necesariamente por rasgos ni por falta de desperfectos, sino porque te sientes como una persona que tiene belleza verdadera y duradera que se refleja en los ojos, que sale por los poros, y que hace a los demás dar vuelta su cabeza cuando caminas por la calle. Esa belleza que no se termina con la toalla desmaquillante, con los zapatos de tacón ni al ponerse un pijama de franela.
Embellecimiento a partir de tomar conciencia de las propias cualidades, de las fortalezas, de la capacidad de vencer las debilidades y de que eso nos contacte con la propia divinidad. Y… qué puede ser más maravilloso que encontrarse con la chispa divina que vive en cada uno de nosotros?
Contar con personas así en mi vida es una gran bendición, y poder tomar conciencia de ellos es otra no menor. Gracias a esas personas que me embellecen :)