Que difícil decir “te quiero”, gritar “te quiero” y no escucharlo de vuelta. Pero cuando empiezo a sentir que puedo vivir así, que puedo vivir con eso, que no necesito que lo digas, mi mente se abre, mi alma se sintoniza y puedo empezar a sentirlo, a saberlo. Yo sé que tú también me quieres.

Sé también que esto no debe ser fácil para ti. Pienso a veces que sientes que me escapo de tus manos, y a veces hasta yo quiero que me retengas, esperaba que lo intentaras un poco más.
Me resbalo de tus manos, como arena, como agua. Pero te quiero más que nunca. Te quiero sin culpas, sin miedo, sin necesidad, te quiero por eso no más, porque te quiero.
Curiosamente, mientras más me resbalo de tu abrazo, mejor unida me encuentro a ti. No más, sino mejor, de manera más sana, creo que más duradera en el tiempo. Y antes que pensar en por qué no nos tuvimos de esta manera antes, agradezco que podamos tenernos así ahora, y sé que tenemos mucho tiempo por delante para tenernos así, y disfrutarlo.
Así como tantas otras veces que he escrito sobre ti, ahora las lágrimas afloran en mis ojos, recorren mis mejillas. Pero cuántas veces antes que ahora habían estado acompañadas de angustia, cuantas veces les faltó la sonrisa que las acompaña ahora, el regocijo de sentir que vamos por buen camino. Lágrimas mezcladas con sonrisa y con agradecimiento. Que envidia le doy a mi antigua yo.

Repentinamente ya no se hace tan difícil decir “te quiero”, gritar “Te amo”, y lanzar esa energía al universo. Porque sé que me llega de vuelta. Porque si yo quiero gritarlo a los cuatro vientos bien por mí, yo sé que tú no necesitas hacerlo, simplemente no es tu estilo. Me miras con esa energía, me saludas, me recibes, me cuidas. Que bueno que ahora sí que nos estamos entendiendo, ahora necesitamos un petit fort :P
Seguimos en proceso de reparación, mejor que nunca.
Mamá, esto es para ti.

TE AMO.

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